Noviembre 2020

El humano, desde su primera puesta en escena, siempre ha tenido un comportamiento de vida social del tipo nómada. Que luego con el pasar del tiempo, gracias al desarrollo socio cultural y de adaptabilidad se fue modificando hasta crear lo que hoy vemos como civilizaciones un poco más organizadas y estables. Por diversos factores, muchas veces involuntarias, el comportamiento nómada persiste. Cuando extrapolamos este comportamiento a vidas menos evolucionadas, podemos ver como se mantiene cierta similitud en el comportamiento. Así, encontramos migraciones voluntarias y las forzadas. Ineludiblemente, la vida busca mantener condiciones de equilibrio, que va desde lo ecológico hasta lo existencial. Por esto, diversas especies realizan estos viajes, bien sea para alejarse de condiciones climáticas extremas tanto de verano como de invierno; otros lo hacen procurando un ambiente idóneo para reproducirse, o para evitar muerte por depredadores; inclusive otras tantas para procurar alimentos.

Luis Guillermo Ramírez Mérida

Departamento de Biología

Universidad de Carabobo, Venezuela.

@LuisGRamirezM

Sin embargo, muchas de estas migraciones se convierten en forzadas, demostrándonos lo complicado que ha sido la acción antropogénica en un sentido bien amplio. Así, vemos avistamientos como el de la ballena gris del Pacífico, extinta hace unos 300 años del Atlántico, en el mar mediterráneo producto de la disminución del hielo Ártico, permitiendo que pudiera escabullirse hasta llegar a un destino inédito. Por otro lado, dromedarios y camellos originarios del África, que fueron llevados al desierto australiano. Incluso, organismos microscópicos como la diatomácea marina Neodenticula seminae que desde aproximadamente 800000 años desapareció del Atlántico Norte y que sin embargo reaparece en la zona, por lo que los investigadores la enmarcan como la primera migración trasatlántica de los tiempos modernos en lo referente al fitoplancton. Esto se da, en gran medida, ocasionado por el efecto del calentamiento global y el efecto invernadero. Para los ecologistas, este hecho puede traer problemas al provocar cambios en la cadena trófica perjudicando la fauna y flora del Atlántico.

 

A su vez, y desde esta perspectiva, la colecta fitoplanctónica desde cuerpos de aguas naturales hasta el laboratorio, se convierte en una migración forzada. Y es a partir de aquí, donde se inician avances relevantes para la ciencia, tecnología e innovación que van desde estudios taxonómicos hasta los de bioprospección. Así, ya una vez establecidos en su nuevo habitad, llamado ahora de fotobiorreactor, las microalgas se sentirán a gusto disfrutando de una incidencia de luz controlada o no, artificial o natural además de un medio nutriente que ayudará en el crecimiento y reproducción para así obtener mayor cantidad de biomasa, que será utilizada para diversas actividades de interés comercial.

Edificio BIQ (Bio Intelligent Quotient)

Ahora, cuando se logra juntar aspectos técnicos, científicos en una cotidianidad social, emergen situaciones que ayudan a mejorar y equilibrar al medio ambiente. De esta forma, a finales del 2014, aparece una “simbiosis moderna de la arquitectura” lo que han llamado de bioarquitectura, el edificio BIQ (Bio Intelligent Quotient) un verdadero ambiente multifuncional donde la clorofícea Acutodesmus obliquus es el centro de atención. Este edificio construido en Hamburgo, Alemania, es un ejemplo de vivienda sostenible y amigable con el medio ambiente. Constituido con 129 paneles que cubren unos 200 m2, cuando la luz solar golpea sobre ellos, comienza el proceso de fotosíntesis que lleva a la producción de biomasa y a partir de allí generar biogás que alimenta una celda de combustible que produce energía eléctrica. El CO2 desprendido del proceso, es utilizado para alimentar los paneles manteniendo el sistema bajo condiciones autotróficas. Las microalgas, además de crear un modelo paisajístico verde y en movimiento, ayudan a proteger de la incidencia solar, creando ambientes más confortables durante el verano. Adicionalmente, mediante la geotermia, se genera otra fuente de energía y se aprovechan estos pozos llenos de salmuera como medio de cultivo junto con las aguas residuales domésticas. De esta forma, esta edificación de economía circular permite mantener el ambiente sin producir un impacto ambiental.

Una parte de la energía es producida por el calor desprendido por la biomasa celular originada en el proceso metabólico, otra por la geotermia, por lo que se prescinde de utilizar fuentes fósiles para generación de energía. A su vez, la fachada retiene el calor solar que se aplica para calefacción y calentar el agua. Además, la biomasa microalgal, más allá de ser utilizada para la formación de biogás, es materia prima potencial para formación de productos farmacéuticos, fertilizantes, alimentos y suplementos.

 

De esta forma, las microalgas bajo una visión futurista de pensamiento de energía y economía circular sustentable, tendría la oportunidad de habitar en nuestras casas.

 

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